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Todo niño es la posibilidad de una bella utopía; en Informes del Viento: Crónicas y Anécdotas

Sebastián Linares hace unos siete años, ejemplo de un niño amado
e hijo del poeta, músico y artista plástico trujillano Junior Aquiles Linares Franco

Informes del Viento: Crónicas y Anécdotas

Todo niño es la posibilidad de una bella utopía

Todo poema nace de la ineludible experiencia del estar vivo, “del vivir para contar”. Todo poema es testimonio de vida porque es creación que parte de la sensibilidad de quien tiene la necesidad de decir. El poema pretende hacer que la permanencia de la idea y la experiencia sea constante, perdurable y que la vida que el poeta vivió, todas esas sensaciones que plasma en verso o prosa puedan ser restablecidas en cada lectura para una sostenida reflexión. La poesía, las artes, como todo producto del ingenio humano, pretenden rescatar la experiencia de las llamas del olvido: el humano desde siempre ha soñado con restablecer de las cenizas al bosque entero y la experiencia del arte, de la poesía, es testimonio de ello. ¿Por qué la felicidad en el arte? Porque ella merece ser difundida. ¿Por qué el artista, el poeta, suele también interesarse por el dolor, por lo abyecto? Porque sólo conociendo el dolor es que se desea no vivirlo; esto es, rescatarlo para la catarsis, para que otros lo eviten o lo canalicen de maneras más benévolas…

Cuando hace ya varios años se empezó la construcción de mi casa en Venezuela, mi madre y mi hermana vivieron provisionalmente en un pequeño departamento cerca de dicha construcción; yo viví esa temporada con mi padre, por cuestiones de espacio. En más de una ocasión me quedé con ellas porque me resultaba un lugar muy grato para estar y leer: muchos árboles y el sonido de un cercano río que bajaba de la montaña es un recuerdo muy fijado en mi memoria de dicho lugar. Sólo que en ocasiones un evento incomprensible para mi llegaba a mis oídos. La vecina de arriba, que vivía con su hijo, no escatimaba en gritos que su niño recibía resignado… Recuerdo en más de una ocasión la sonrisa de ese niño, cuando nos veía pasar, como su manera de saludarnos. La ternura que inspiraba él, en unos escasos seis años de edad, en contraste con los maltratos de su madre, me llevó a escribir un poema en prosa que a continuación les transcribo. No soy el primero ni el último en tratar este tema tan poco grato pero esto es algo que merece no ser ignorado ni subestimado porque todo niño es la posibilidad de una bella utopía, y este tipo de situaciones deben ser cuestionadas y erradicadas. Todo niño es lienzo puro que no debe ser manchado, mucho menos por su misma sangre.


Mi madre

Al niño del piso de arriba

Mi madre no habla con los santos que también están en las iglesias, no muy distintos de los suyos, ella se interesa por suplicar rencor por el aliento dado bajo estos años. Mi madre hiere su vientre mientras me protege de sus ojos, ella no considera posible que tanto sueño quepa en una habitación de estas proporciones. Yo le ruego que no se pronuncie ante sus ídolos, que son muchos otros, y se convenza de que la noche no es estancia de injusticias para su vida. Yo la quiero en quietud cuando desembarca el día, lenta, como el naranja del horizonte de la tarde, pero las olas son su condición, vuelve y se repite a cada instante, neciamente, ella se dice sus años de uno a uno en instantes como espuma. Su vida me hace un rompe olas.

Ella no se degrada, ni se predispone en la altanera mañana. En ella no se diferencia la vigilia del descanso: está. Su recinto terrenal no ha hecho más que afirmarse en sus recodos, en sus lágrimas, en mis quejas, sus quejas desde el parto y… aquel estante de las ausencias en que se convirtió su pecho.


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