Pensando en la obra de René Magritte |
Divagación
en torno a la mentira
El hombre ha inventado el símbolo
porque no puede asir directamente
la realidad
José
Antonio Ramos Sucre
Quien
dice la verdad, casi no dice nada.
Antonio
Porchia
La
mentira es el proyecto de la verdad. Decirla a cada rato, mentarla,
mencionarla, evocarla, traerla al momento, es como construir con bloques la
verdad.
No
hay ni una sola verdad, porque a la vez hay muchas, tan incontables que ni existen. Y es
que ellas se hacen de un enorme cimiento de mentiras que se acuñan en la
realidad. Hace nada vi a un intelectual venezolano, cuentista conocido,
defender lo indefendible, sólo despersonalizándose y viendo desde fuera, desde
la comodidad de quien coloca al pensamiento como muletilla de vida. ¿O es que por como lo veo, él desmintió mi mentira?
Argumenta
tu mentira para que se erija en el gran
prix de su categoría. Lo que no existe ella te lo crea. Todo es
argumentable, lo importante es el símbolo ornamental que sea su mecenas: moda,
necesidades universales, lo demandado como la moral o justo…
La
realidad está pintada por el dogma compacto y heterogéneo de estar recibiendo y
recibiendo perspectivas del todo generación tras generación, cada una de ellas es una nueva versión de
las mentiras; las más convenientes sustentadas hasta el absurdo, las no
tanto desaparecen, así hubiesen sido más objetivas. Y así una mentira se
institucionaliza, sugestiona, y aunque tan absurda, por ello mismo es posible
dar origen a otras. Hay verdades puras que devienen en mentiras para hacerse
otras verdades: quizá para hacerlas digeribles. Pero todo es decantado en el
filtro de la mentira ¿Será esto vicio humano o un casi método para asir los símbolos?
Es,
digamos, ella… la que sostiene alertas a nuestros sentidos.
Es
la ficción eso de lo que nos asimos.
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