Pieza de Carlos Cruz-Diez.
Imagen tomada de: https://www.artsper.com/mx/artistas-contemporaneos/francia/1072/carlos-cruz-diez
Parece que no es de conocimiento público que el tan sofisticado como sofisticable y abstracto sistema de derechos que alcanza a prácticamente todo el planeta, es muy reciente en una escala histórica, nunca antes visto en esta proporción y menos, esperado; es útil, desde una perspectiva colectiva como individual, y necesario, porque, en su implementación rigurosa, se condenaría el delito y no se perseguiría al presunto infractor con base en las influencias, como también permitiría al individuo forjarse a sí mismo siempre y cuando interfiera lo menos posible en el proyecto de vida del otro: sólo quien aspire a la impunidad podría oponerse a esta idea, y la impunidad es la aspiración de quienes tienen la voluntad de irrespetar el derecho ajeno: la idea de justicia y respeto no son una flor que cortamos para adornar los salones donde se dictan leyes, son ideas que como regalo al colectivo, debemos comprender y defender los individuos. El sistema de derechos humanos es abstracto, si, pero necesario para los individuos humanos, y como todo aquello que requiere ensamblarse y/o implementarse, necesita ser primero comprendido, para sólo así poder ser valorado por parte de aquellos que son los involucrados-beneficiarios-operarios-censores. Si el sistema de derechos no funciona, lo más seguro es que se deba a que todos nosotros, los involucrados, no estamos sosteniendo ese algo que no se puede sostener por sí solo.
Los derechos humanos no existen en la naturaleza, son algo artificial, cultural, abstracto, que debe ser sostenido por nosotros mismos; si la mente no lo entiende, no lo considerará, y esta es la fórmula para que dejen de existir: los derechos humanos son iguales que los dioses, existen en nuestras mentes, tienen la relevancia que le otorgamos, y desaparecen al ya no ser considerados (por eso nadie hoy se indigna o preocupa ante una afrenta contra Zeus, o en América es irrelevante el culto a Vishnú), mas hay una gran diferencia: a quiénes beneficia la consideración o no de esta abstracción, necesariamente colectiva, y en qué medida lo hace en el mundo muy material, porque si no, sólo estaríamos ante una ficción más.
Si nos convencemos de que los derechos humanos y las instancias que los protegen son un desperdicio, es probable que esto sea indicio de desinformación y poca capacidad de abstracción, pero sobre todo, ignorancia de las condiciones de vida a nivel abstracto como matetial, de los humanos antes de los avances médicos de finales del siglo XIX y el desarrollo de nitrógeno industrial para fertilización como de las democracias liberales en el siglo XX.
Los sistemas de derechos humanos nos necesitan para existir, porque su materia prima no es material, esta surge de la humana necesidad abstracta de satisfacción, por ser condicionada a través de la mente de un ser estético, imaginativo, emocional, cuestionador y hasta hedonista: un ser material con necesidades mentales y emocionales. Porque el verdadero mundo del humano no es el material (que "sólo" cumple la función de permitir/sostener la existencia), el mundo humano es esencialmente inmaterial, porque es mental, cultural, abstracto: lo material, con excepción de lo fisiológicamente indispensable (y aún así la cultura nos enseña qué alimento es mejor que otro, qué hábito es menos higiénico que otro...), se puede valorar sólo después de un proceso heurístico de simple a complejo: prendas de vestir a la moda según la cultura y el tiempo, el oro como lujo o material industrial, pueden ser dos ejemplos.
Conocer y después vivir acorde a eso que se ha aprendido; condicionar la vida por influencia de lo abstracto/mental/cultural, es uno de los rasgos más acentuados en el humano, y que existe, sólo porque los humanos lo hacemos posible, y de allí, la epistemicamente necesaria diferenciación entre lo natural y lo cultural/artificial: lo natural no puede ser una categoría moral porque esto solo apunta a lo que el universo en sus condiciones, permite que suceda o no: la entropía desmiente la posibilidad de la resurrección y la magia, y la homosexualidad se encuentra naturalmente en la realidad, independientemente de la sociedad, la época y los prejuicios. Mas, si nos es posible imaginar y hasta aspirar a mundos desalmados (es un adjetivo que se me ocurre adecuado para describir a un mundo gobernado por un libre mercado total o una planificación total), ¿acaso no podemos imaginar y aspirar un mundo material adecuado para todos, que nos permita transitar el tan abstracto camino a la satisfacción, o por lo menos aspirar a la mayor calidad de tranquilidad ontológica y fisiológica según nuestras posibilidades?
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