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Mostrando entradas de agosto, 2016

Descarnado y El muerto. Dos relatos, por Edward Maldonado

         Descarnado y El muerto. Dos relatos           Descarnado Siempre observaba al crítico literario e imaginaba su mundo, su habitación de estudio como una sala quirúrgica. Un día pude entrar a ella y verlo leyendo; subrayaba y marcaba con separadores. Con gestos inusuales y hasta graciosos diseccionaba y extraía frases, palabras, letras coaguladas. Me miró sorprendido y vino hacia mí muy alegre a saludarme como de costumbre. En silencio pude detallar su ropa manchada atrozmente de sangre de libros. Miré hacia la mesa y allí agonizaban hasta que se desvanecían. El Muerto El tío siempre nos había contado muchas historias acerca de la muerte, de los santos misterios y la razón de la vida. Siempre nos causó curiosidad eso de la vida eterna y el juicio final: un Dios justiciero sobre una enorme nube, junto a un ángel que haría sonar una trompeta. Nos contaba que tal día sería un caos total y todos aquellos que habían sido malvados correrían a pedir pe

Escritor Invitado: Jordi Santiago Flores: "Gloria al pueblo arrecho"

                       Escritor Invitado: Jordi Santiago Flores:                         "Gloria al pueblo arrecho"  "Gloria al bravo pueblo...". Con esa condensación nos quedamos para sostener el nosotros que somos y defendemos. Si esto mismo lo tomamos como "gloria al pueblo arrecho" se entiende mejor y es más preciso. Un pueblo de arrechos, de arrechitos, donde el más arrecho, manda; corona. Así educan a los hombres, y a las mujeres que se fijarán en esos hombres, y así son las mujeres que no quieren ser educadas como mujeres, y así... Claro, no todos y todas. Parece que siempre ha sido as í pero hoy más que nunca este pueblo es arrecho. ¿Está bravo? No, es arrecho. La gente no está brava. Se queja, nos quejamos, y respondemos siendo arrechos. Por supuesto, no sin ofrecerle al otro un gesto de picardía y gracia, bien venezolana. Siempre ha sido un punto de indignación (siempre ha sido una vara para medir patriotismos) eso de q

El fantasma (relato). Por Edward Maldonado

El fantasma             Llegó apurado a la sala de espera. El viejo banco del centro carecía de toda clase de calidez. Contaba con dos taquillas blancas en donde se podía encontrar tras su ventanilla, a pequeños seres solitarios, sonrientes y siempre prestos a atender. Llegó muy agitado. Noté de inmediato que le invadían pensamientos dolorosos; era un hombre de baja estatura y ropa desarreglada que me indicaba que venía corriendo. Al comienzo, abrió la puerta aparatosamente. Los presentes que permanecían rígidos en sus asientos advirtieron el ruido y se limitaron sólo a cambiar de posición. Llegó asustado, mirándolo todo. Sentí pena al detallar su rostro colmado de nostalgias. Detalló bien el lugar, los demás permanecían estáticos, una que otra mirada sobre el hombro, o de esas fugaces, cómplices y maliciosas. El rostro de aquel hombre me hacía imaginar universos de soledades.  Luego suspiró y se calmó por completo. En ese momento supe con certeza quién era. Conmovido lo

La incertidumbre...

Lo mucho...

La majestad...

La vara del conjuro final (relato). Por Edward Maldonado

La vara del conjuro final           Las cucarachas habían sido un maleficio en casa. De eso estaba segura la tía Carmen, quien muy ingenuamente mostraba su habilidad en detectar los malos augurios y a pesar de ser la menor, era de naturaleza siniestra e inocente. La tía Eulalia -la del medio- era la conocedora de las esencias, polvos, y a cada uno le conocía las propiedades para ahuyentar o atraer cosas. Temilda, la mayor y más sabia de las hermanas, propuso y aplicó una vara gruesa a la que llamó   La vara del conjuro final.   Éste era el instrumento con el que mis tías mataban a las cucarachas: una vara de madera maciza con la que las aplastaba, con tal precisión, ferozmente, y así aseguraban el debilitamiento de tal brujería, magia negra, conjuro o como se le quisiera llamar. Anoche salí al patio trasero a cepillarme los dientes como de costumbre a la misma hora. Tomé la tapara, la llené de agua y cerquita del mango me agaché con mi cepillito lleno de crema dental.

Nada nuevo sobre el libro y la lectura: Una política de la fantasía. Por Miguel Montilla La Peña

V itral de Fernand Léger, 1954. Edificio de la Biblioteca Central, salón principal.  Universidad Central de Venezuela. Nada nuevo sobre el libro y la lectura: Una política de la fantasía           Nadie en lo absoluto puede ser obligado a leer un libro. El gusto hacia los libros y la lectura debe ser un acto espontáneo en las personas. Necesariamente los docentes poseen gran valía a la hora de inducir en los estudiantes este agrado, a través de estrategias pre-elaboradas; pero, todo el trabajo no corresponde parcialmente a ellos, en los padres también recae la responsabilidad de mostrar a sus hijos la novedad de los libros y la importancia que entraña el comprender lo que allí se resguarda. Por otro lado, si el educando no posee cierta disposición hacia éstos, ese esfuerzo seguramente será energía liberada sin ningún beneficio. Se dice a modo de consigna en las universidades que   quien no estudia será   policía   -parafraseo-, de igual forma se toma con saña pa

Por dentro...

Una gota...

Al menos...

El progreso...

Escritor Invitado: Miguel Montilla La Peña: Sobre la venezolanidad

Escritor Invitado: Miguel Montilla La Peña Sobre la venezolanidad           Dibujar o, a mejor decir, generalizar las maneras de ser de las personas sólo porque tienen en común el espacio territorial es tan irresponsable como decir que, nuestras desgracias son un castigo divino. Porque no todo japonés es igual, porque no todo canadiense es igual, porque no todo venezolano es igual. Y me detengo en lo venezolano porque no soy japonés ni canadiense. Mi sencillo y único propósito con estas palabras es el de desdibujar o, el desgeneralizar la imagen kitsch que se ha creado en torno al ser venezolano. Imagino que cuando uno de nosotros llega a otro país lo menos que esperan ver es a un Conde del Guácharo (con el perdón del Conde porque ese es su trabajo) que los insulte y los haga reír hasta morir. No es así, y no lamento la decepción. Porque no todo venezolano es jocoso, porque no todo venezolano es dicharachero, porque no todo venezolano aplaude las tonterías d

Ser Madre y ser Padre: asumir la responsabilidad del mundo

Madre arrodillada con niño  (1907), de Paula Modersohn-Becker Ser Madre y ser Padre: asumir la responsabilidad del mundo             La mujer que se hace madre, debe asumir su belleza para sí, sentirla y disfrutarla para sí y olvidarse de la mayoría de hombres que con sólo el instinto notan su virtud, esa particular que, hace de muchos ellos inescrupulosos y más salvajes que el nativo de lo netamente silvestre; debe asumir su postura de sustentadora de vida, de engranaje del todo, de medio y fin para la existencia.             Por otro lado, el hombre que se hace padre debe saber ignorar como a la vez agudizar su visión; visión no es sólo ver. El hombre que se hace padre debe hacerse paradoja de sí, ser todo y singular, asumir la responsabilidad de un mundo que sustenta a su sangre; debe auspiciar la benevolencia en los suelos y distraerse con inteligencia lo más que pueda del cuerpo porque el placer, a medida que irremediablemente se hace más sabio (lo que debería