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Nada nuevo sobre el libro y la lectura: Una política de la fantasía. Por Miguel Montilla La Peña


Vitral de Fernand Léger, 1954.Edificio de la Biblioteca Central, salón principal. Universidad Central de Venezuela.


Nada nuevo sobre el libro y la lectura: Una política de la fantasía




          Nadie en lo absoluto puede ser obligado a leer un libro. El gusto hacia los libros y la lectura debe ser un acto espontáneo en las personas. Necesariamente los docentes poseen gran valía a la hora de inducir en los estudiantes este agrado, a través de estrategias pre-elaboradas; pero, todo el trabajo no corresponde parcialmente a ellos, en los padres también recae la responsabilidad de mostrar a sus hijos la novedad de los libros y la importancia que entraña el comprender lo que allí se resguarda. Por otro lado, si el educando no posee cierta disposición hacia éstos, ese esfuerzo seguramente será energía liberada sin ningún beneficio.

Se dice a modo de consigna en las universidades que quien no estudia será policía -parafraseo-, de igual forma se toma con saña para los que se dedicaron a la política, que con poco de suerte llegaron a  estar  muy cerca de obtener la presidencia de una República  si no hubiesen sido sorprendidos por una apoplejía1. Se hace la salvedad de casos extraordinarios como don Rómulo Gallegos y Juan Bosch, conocidos en todo el mundo más por su labor intelectual que política.

Por otra parte, pienso que el mundo nos va alejando cada vez más de los afectos creados hacia objetos como el libro, tanto así que nos maravillamos al ver a un niño con un ejemplar entre las manos y si lo está  leyendo nos maravillamos aún más. Nos parece estar viendo algo totalmente ajeno, algo de otra galaxia. Nos asombramos de manera tal, que, le tomamos fotografías y las subimos a las redes sociales con un comentario sumamente lapidario: “Niño en peligro de extinción”. Pero ¿por qué debe asombrarnos un niño que lee? Será porque algo nos está íntimamente diciendo "¿en ese niño hay una víctima menos de esta sociedad asquerosamente corrompida?".

Hay casos excepcionales como el niño que sin alertar a persona alguna dibuja y pinta hermosamente un paisaje: una casa con su caminito, un árbol y una nube dejando caer largas gotas de lluvia y un delgado sol en la esquina de la hoja favoreciendo el nacimiento de un colorido arco. O, al que como Cortázar2 debían pescarlo por el cuello de la camisa para que leyera en menor cantidad. Pero imaginemos que el amor hacia los libros y la lectura se pueden inocular por medio de talleres, conversatorios, videos, cuentacuentos… Imaginemos también que los docentes y los padres son asiduos lectores y amantes de los libros (por lo menos los docentes deberían serlo) y fomentan en los niños este interés; aunque no es suficiente, es ganancia. ¿Ganancia para qué? se preguntarán muchos ¿para una Rebelión en la granja?.3 Si es para obtener una sociedad más justa, bienvenidas las rebeliones entonces.  

Pero no sólo (seamos conscientes de ello) el gusto por la lectura nos salvará, nos salvará el dejo de cada asimilación, de cada reflexión: la catarsis. El estado debe impulsar políticas donde el conocimiento sea prioridad, donde las ciencias (no militares), y las artes sean los pilares fundamentales de los que se sustenten los valores de nuestra sociedad. No los modelos de supuestos héroes que se han venido instalando en la actualidad, donde se le rinde culto a la figura del sicario, a la del malandro, a la del pran, a la del político, a la del militar, al corrupto. Donde la cotidianidad es una constante apología del crimen. Esos son lo contrario, son la para-sociedad, es decir, una suerte de mundo alterno con sus propias leyes, sus propios códigos, en definitivo, hasta su propio lenguaje. Y en la realidad nuestra, la que repudia la maldad, su lugar por antonomasia siempre ha estado y estará demarcado por el acero de la justicia (en Venezuela ausente, absolutamente convencido), la no libertad. Y cuyo fin como en los libros de cuentos infantiles no es feliz. Entonces utilicemos a los libros como nuestra mejor herramienta para combatirlos.

Dice Luis Bernardo Yepes Osorio que “Se hace necesario creer en los libros, en su poder para hacer de nosotros seres más perceptivos, más  reflexivos e incluso más sensibles, sin importarnos el tipo de soporte que abrace sus contenidos"5. El individuo debe informarse para cuestionar y, no cuestionar para informarse. Craso error de aquél que teme por la muerte de su lengua física. 

          Es por ello, que urge la necesidad de espacios para el disfrute del libro y la lectura; en este sentido, espacios como las bibliotecas pero, “llamamos biblioteca –dice Prieto Figueroa- a un organismo vivo, no un hacinamiento de libros que se apolillan en los estantes"4. Las bibliotecas suelen ser por lo general espacios tristes, lúgubres, en el que hasta los personajes de cuentos y novelas deben hacer silencio para no inmutar la quietud del bibliotecario, la concentración de los asistentes, ni despertar a la durmiente que espera ansiosa  el beso de su príncipe sangriazulina.

Por último es conveniente –como se dijo anteriormente- generar políticas donde el libro y la lectura se hagan norma; donde sean ellos los protagonistas  para tener basamento y poder decir con total sensatez que Venezuela es territorio libre de analfabetismo como se anda pregonando. Que las medidas sean tomadas con plena seriedad, que no sean tomadas como una absurda pasarela en la que lucir bufandas y boinas de marca en ferias y recitales es más común que la palabra. Donde comprar libros por metros es igualmente común. Y repito, decirle al mundo desde su ministerio que en Venezuela el índice de analfabetismo es mínimo, es un acto irresponsable. Bien es sabido que al terminar la feria y los recitales, ya nadie vuelve a hablar de libros y lecturas por largo tiempo. Y convencen al mundo de lo contrario. Entonces, pensamos: será que viven como dice un amigo ¡la política de la fantasía!







Notas

1-Hace referencia al cuento de Pedro Emilio Coll: El diente roto.
2-Entrevista realizada a Julio Cortázar en la televisora española por Joaquín Soler Serrano.
3-George Orwell-  Rebelión en la granja.
4-Luis Beltran Prieto Figueroa- La magia de los libros.
5-Texto encontrado en: Aportes para la promoción de la literatura y la lectura: Seminario Internacional de literatura infantil.




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