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Descarnado y El muerto. Dos relatos, por Edward Maldonado






         Descarnado y El muerto. Dos relatos




          Descarnado

Siempre observaba al crítico literario e imaginaba su mundo, su habitación de estudio como una sala quirúrgica. Un día pude entrar a ella y verlo leyendo; subrayaba y marcaba con separadores. Con gestos inusuales y hasta graciosos diseccionaba y extraía frases, palabras, letras coaguladas. Me miró sorprendido y vino hacia mí muy alegre a saludarme como de costumbre. En silencio pude detallar su ropa manchada atrozmente de sangre de libros. Miré hacia la mesa y allí agonizaban hasta que se desvanecían.




El Muerto

El tío siempre nos había contado muchas historias acerca de la muerte, de los santos misterios y la razón de la vida. Siempre nos causó curiosidad eso de la vida eterna y el juicio final: un Dios justiciero sobre una enorme nube, junto a un ángel que haría sonar una trompeta. Nos contaba que tal día sería un caos total y todos aquellos que habían sido malvados correrían a pedir perdón. Todo sería dividido: a la derecha las justas y buenas personas; a la izquierda los pecadores.

 También nos contaba algo aún más curioso: el largo trayecto que uno haría luego de morir. Nos aseguraba que al comienzo veríamos una luz a lo lejos y al poco tiempo nos encontraríamos en un camino real. Ciertamente un largo viaje que se debe realizar solo. Aquel camino se mostraría claro para quienes habían sido buenos, y contarían además con la compañía de todos aquellos animales muertos que una vez se les había dado algún tipo de ayuda. Por un momento me daba tanto temor tener de compañía a los tantos perros que me atropellaron atrózmente frente a mi casa. Para aquellos que habían sido malvados, el camino sería oscuro, frío y mucho más largo.  Por momentos tendrían sensaciones de ascenso y descenso. Al comienzo todo sería muy húmedo hasta llegar a un calor sofocante y con la idea de andar por espacios estrechos.

Visualizaba todo aquello que nos contaba mí tío. No podía evitar imaginar todos aquellas posibles historias que nos aseguraba con ternura eran ciertas. He caminado mucho. A veces algunos me acompañan. Una vez mi tío se asomó rápido y desapareció. Por un momento lo extrañé mucho. He escuchado también ladridos de perros y cantos de tutecas. Deseo mucho poder llegar a tiempo y que todavía me estén esperando.




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