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Aproximación a un concepto personal de Poesía

José Antonio Ramos Sucre, poeta venezolano


Aproximación a un concepto personal de Poesía*

El poeta es traductor de lo invisible
Juan Ramos, poeta trujillano

            ¿No es acaso la poesía, entre las artes, aquella cuya cualidad consiste en recrear, en términos simbólicos, todo aquel mundo interno donde nos encontramos con nuestros más profundos deseos, aspiraciones, frustraciones, contradicciones y complejos sentires, que como humanos solemos padecer o contemplar? Es la poesía, para los que tienen la fortuna de vivir en ella, preciado medio y fin para encontrarse con ese mundo distante e ideal que se manifiesta en las profundidades del alma humana.

            Así podemos encontrar a la poesía como el espacio interno en el que se arroja el poeta para tantear aquello que parece foráneo y a la vez propio en su interioridad, dominio inmenso donde reposan latentes las inquietudes que su inevitable condición humana le conceden. Pero éste en su condición, tiene la responsabilidad de edificar con la palabra; es el poeta, como es todo artista en su arte, ese “pequeño dios” huidobriano, que con gracia y muchas tentaciones al riesgo logra crear dimensiones de gran amplitud y esplendor, llenas de todo lo que nos fascina o aterra; es también el poeta un “adivinador” de los misterios que en vida nos acechan día a día, como planteaba el mexicano Amado Nervo: “... el fin por excelencia del poeta ¿no es por ventura adivinar? ¿No es la poesía, según la célebre definición 'una filosofía que se sueña'?” (Amado Nervo, 1996: 58). Es entonces la poesía también arte de desciframiento, donde los decires dogmáticos son insultos por estar estos supeditados a la acomplejada costumbre de limitar la curiosidad y la sensibilidad de los hombres y mujeres con respuestas que satisfacen a las conciencias que niegan el escudriñamiento de sí mismos y la salvación en el progreso que implica la duda, madre de las próximas, divinas y enriquecedoras sorpresas que nos esconden el universo y nuestra mente. La incertidumbre como ley es una propuesta poética del enigmático José Antonio Ramos Sucre, que se manifiesta cuando nos detenemos a pensar qué es lo que nos impulsa a movernos hacia lo otro, hacia lo próximo por ver; porque sin la incertidumbre picándonos insistentemente la carne, sin nuestra muy humana cualidad de adivinadores, sin esa curiosidad “que mata”, nos estancaríamos en la más insignificante idiotez que nos suele conceder la inactividad, enemiga de la progresión hacia lo nuevo. Y es que debemos atrevernos a decir que la poesía es el intento de que la palabra, junto a su antiquísima experiencia, logre ser presencia física y vívida para el lector.

            Es la poesía, entonces, arte que nos proyecta fuera y dentro de nosotros, hacia la búsqueda de lo indefinible, de aquello a lo que hemos procurado asirnos desde que hace miles de años empezamos a tener conciencia de nuestra existencia y de todo aquello que nos rodea. Es la poesía el discurso que nos muestra lo otro que somos, como una ventana, “que refleje pero que deje ver./ Como el cristal, no como el espejo”. (Juan Calzadilla, 2006: 14).

            Entonces, si estamos dispuestos a elaborar una aproximación a un concepto de la poesía, es indispensable hablar de arte: el arte como gran unidad heterogénea. Es el arte emoción pura de las entrañas de un ser sensible, expresada para el disfrute de otro: el disfrute en términos baudelerianos, debido a lo que el poeta francés proponía en torno a la subjetiva percepción de la belleza (Baudelaire, 2009).
           
            El arte es un discurso complejo, poseedor de una gran profundidad que hace que los humanos, como seres reflexivos y sensibles, logremos desprender del mismo experiencias trascendentales. El artista siempre ha buscado en su ingenio creador la posibilidad de desplegar con libertad su nuevo y distinto modo de hacer arte, y por lo tanto, su nuevo modo de ver y pensar el mundo. Dijo Kafka en defensa de las nuevas generaciones de intelectuales, abarcando también a los artistas: “El momento decisivo de la evolución humana es permanente. Por eso tienen razón los movimientos intelectuales revolucionarios que declaran nulo todo lo sucedido con anterioridad, pues nada ha pasado todavía.” (Kafka, 2005: 24). Nos encontramos a la par de esto lo importante que resulta el contexto para que dicho creador haga su trabajo; esto es, el momento y lugar en que vivió es lo que le proporciona información acerca de la vida y de ese mundo que existe fuera para consciencia del ser; mundo, realidad que nos exige interpretarla a cada instante, conseguir asidero confiable para tener cómo sobrellevar todos esos acontecimientos cotidianos que en suma significan la existencia vital. Esto determinará la producción de un artista, porque es inconcebible que alguno de ellos no diga de acuerdo a su tiempo y espacio.

            No puede ser malo que el arte tome directamente  posición en las luchas del foro, pero no           debe obligársele a que lo haga ni a que lo deje de hacer. Porque lo cierto es que,             cualquiera que sea la forma en que el artista se exprese, de acuerdo a la insobornable    sinceridad de su conciencia, ninguna de ellas, por abstracta o irreal que parezca, es ajena           al color y a la temperatura de su tiempo. Aun cuando a los hombres de su tiempo no les parezca así. (Uslar Pietri, 1997: 130).

            Esta evidencia de que hay que reconocer al artista, como al intelectual, como representante y vocero de su tiempo, lo hace pieza importantísima de un andamiaje cultural insoslayable, debido a la trascendencia de lo que este expresa; porque el arte nos propone la minuciosa tarea de descifrar al mundo partiendo de un discurso personal que se va enriqueciendo con las distintas percepciones de quienes este, el arte, llega a tocar, porque todo hombre y toda mujer sienten dentro de su mente lo que les rodea; no hay nada del mundo que no sea dato rico para nuestro vivir. Por eso nuestra necesidad de conocer lo que sucedió antes de lo que somos hoy, colocan al artista como autor de evidencias del presente que este vivió, y ¿qué más importante para el futuro que el testimonio de presentes anteriores? He ahí un rasgo de trascendencia que recubre al artista y su arte.
            La pieza de arte esencialmente comunica, dice, da testimonio de lo humano, de aquello que lo hace detenerse a reflexionar. Todo tema tratado por el artista en su arte expresa, como un gran mundo en sí, la inquietud de alma que implica el ser vida consciente. Es por esto que el arte para el humano es trascendencia, ya que nos proyecta y nos propone lecturas diversas de los grandes conflictos existenciales de la humanidad y ello nos enriquece en muchos aspectos.

            Al ser el arte propulsor de esta experiencia de conocer las profundidades del humano, lo envuelve de fascinación, ya que conmueve la sensibilidad y a veces en extremos embargantes. A muchos kilómetros y años de distancia, el alemán Eduard Mörike (1804-1875) en su excelente narración Mozart en su viaje a Praga, describe con acertada belleza la sensación que nos embarga al disfrutar de una pieza de arte:
           
Si en el momento que antecede a la presentación de una gran tragedia, cuando estamos en el umbral de Macbeth o Edipo o de cualquier otra, se cierne sobre nosotros el aura       estremecedora de la belleza eterna, ¿en qué momento más que en este o a la par de este      puede suceder algo semejante? En un momento así, el ser humano anhela y teme a un       tiempo ser arrojado de sí mismo, siente que lo va a empujar lo ilimitado, porque este le aprieta el pecho que él quiere expandir para aspirar el ánimo del espíritu. A ello se añade la reverencia por el arte acabado; la idea de gozar de un prodigio divino, de poder, de        saber impregnarse de él como de algo afín, entraña una emoción, una satisfacción consigo       mismo incluso, tal vez la más feliz y pura que sea dable alcanzar. (Mörike, 1998: 51)

            Si en el arte es posible alcanzar esta plenitud, ¿no es necesario pensar que es injusto que haya tantas personas ávidas de experiencias tan intensas y salvadoras como las posibles en la belleza, que no es otra más que la experiencia del arte, y que no puedan acceder a ellas? ¿Y qué diríamos cuando hablamos específicamente de la poesía, palabra vívida?


Bibliografía
l  Baudelaire, Charles. Antología esencial. 2009. Fundación Editorial el perro y la rana. Caracas, Venezuela.
l  Calzadilla, Juan. Libro de las poéticas. 2006. Fundación Editorial el perro y la rana. Caracas, Venezuela.
l  Kafka, Franz. Aforismos de Zürau. 2005. Sexto Piso Editorial. México D.F., México.
l  Mörike, Eduard. Mozart en su viaje a Praga. 1998. Monte Ávila Editores. Caracas, Venezuela.
l  Nervo, Amado. Crónicas. 1996. Biblioteca Ayacucho. Caracas, Venezuela.
l  Uslar Pietri, Arturo. Las Nubes. 1997. Monte Ávila Editores. Caracas, Venezuela.



*Texto extraido del Trabajo de Grado "La Cercanía Poética–Lectura de la Poesía Trujillana Actual", 
para optar al título de Licenciado en Educación mención Castellano y Literatura 

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