Hay momentos
en que el contexto histórico nos exige alzarnos con más que voz y palabra.
Hay
momentos en que el poder debe ser combatido de manera brutal, sin
consideraciones; esos momentos en los que el poder se convierte en un monstruo
cínico, indolente y completamente inmoral, tanto que se erige como portador de una
moral irreprochable.
Me
atrevo a decir que no ha habido, desde que cayó Pérez Jiménez, un gobierno como
el actual que haya alabado tanto a guerrilleros, revolucionarios y demás
insurgentes, y ninguno como este los ha erigido tanto como héroes; tampoco
quiero restar méritos a algunos de esos personajes que realmente son referencia
de la desobediencia civil cuando esta fue necesaria, la única vía. Por eso me
sorprende tanto (¿o no?) que los que integran este gobierno se indignen con la reacción de un pueblo humillado, que sale a las calles para además de
enfrentarlos, porque son un gobierno fascista - sí, la izquierda también puede serlo-, echarse así un airecito para refrescarse la
dignidad que tanto tiene estropeada por el encierro que es vivir así. Los que salen a la calle no son terroristas,
son gente cansada de sentirse humillada, y armarse en contra de un gobierno
tirano no es un acto de violencia, es un acto de justicia, de reivindicación y de compromiso
histórico, de los más altos deberes que existen. ¿Por qué se alaba tanto a los héroes
de la independencia, por ejemplo? Porque estuvieron dispuestos a batallar, literalmente, a
morir, muy literalmente, por la liberación de su pueblo. Entonces, un joven que
sale a la calle a enfrentar la violencia del Estado (aclaro, un Estado fallido) ¿debemos considerarle un violento, un terrorista, un enemigo del estado de derecho? Presenciar cómo el gobierno de Maduro es tan descarado al acusar de violentos a
todo ese enorme grupo de venezolanos y venezolanas que están en la calle
exigiendo que se restablezcan sus derechos más básicos, luchando con equipo
casero de defensa en su mayoría, contra una fuerza estatal equipada ofensivamente
como para desarticular cualquier grupo criminal, eso es algo que parece extraído
de una mente infinitamente sádica. Y es que bueno, lo es. Llamar terrorista a
un ciudadano indignado, es el colmo de la decadencia moral.
Este
gobierno, y discúlpenme lo básica de esta analogía, es peor que un niño mimado:
puede hacerlo todo pero nada puede hacérsele. En diplomacia dan clases magistrales
de lo que no se debe, haciéndose los dignos tras una retórica que tiene de
reivindicativa lo que Nicolás Maduro tiene de líder y de estadista, y tan falsa
que su cubierta de romanticismo libertario resulta en una descarga de
cursilería, vergüenza ajena, berrinche y descaro del peor tipo. Hay que alzar
la voz contra los terribles poderes mundiales más arraigados en las riendas del mundo, claro
que sí, pero siempre y cuando el hacer se apoye en el decir, parafraseando a
Martí. Porque nada peor que recibir una clase de justicia impartida por un
sicario disociado.
La
violencia contra un gobierno terrorista es heroísmo y no otra cosa. Que Nicolás
Maduro y sus secuaces hablen de paz, al mismo tiempo que no podemos obviar
frases como “lo que no se pudo con los
votos, lo haríamos con las armas”, es algo más que repugnante.
La rebelión está más que justificada. Hoy día en Venezuela
están dados todos los factores para que el argumento que defiende la necesidad
de combatir el fascismo oficial, sea tan sólido como la rabia que los
venezolanos tenemos contenida ante tanta desgracia. Ahora que estoy fuera de mi
tierra, y aun recordando toda la suciedad de los gobiernos anteriores al de
Chávez, siento que me arrebataron un paraiso, mi lugar de las posibilidades, mi
lugar a mi medida. Y no soy yo el único que lo siente así. Entonces, sin
tener que seguir alegando a favor de la indiscutible necesidad de desconocer
a este gobierno y de una reacción cívica traducida en rebelión, ¿vamos a creer que es terrorista un muchacho o
muchacha que sale a la calle, dispuesto
a inmolarse hasta por los que estamos en el exterior, con tal de derrotar a un gobierno de delincuentes? Yo lo que creo es que entre
los más asquerosos terroristas está aquel que es capaz de criminalizar a un
auténtico héroe. La rebelión y hasta la conformación de una guerrilla urbana están más que justificadas. Y si no, que venga y me lo discuta algún enamorado de Fidel o del Ché.
El anterior artículo es opinión exclusiva de su autor. No están necesariamente
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