"El Lector", de Ferdinand Hodler |
La Lectura o el leer las cosas
La
lectura parece ser una capacidad innata del humano porque está presente en prácticamente toda
cultura, pero sólo parece[li]:
esta es uno de los incontables resultados del desarrollo de las capacidades de
nuestra especie, que nos permite asir la realidad, digerirla y en cierto
modo poseerla para manipularla. Sin todo esto que nos posibilitó la razón, librar
las batallas que el entorno constantemente nos ofrece sería impensable y
nuestra especie hubiese perecido muchas generaciones antes que nosotros, o
sencillamente no seríamos lo que hoy somos.
Cuando conseguimos darle solución a distintas problemáticas, como el
calentarnos, pensemos en un entorno humano primitivo, quienes descubrieron el
fuego y cómo provocarlo, vieron en esto una oportunidad tremenda para
cambiar sus vidas, tanto así que el encender fuego era aprendizaje obligado para
el pequeño que iba camino a la adultez; aprender a hacer una fogata en algún momento
determinaría si moriría o viviría.
Así mismo sucedió con la lectura: esta nos
dio la oportunidad de ser espectadores de lo que otros, en tiempo y lugar
distinto, dijeron. Y aunque la lectura y los libros sabemos tuvieron épocas en
que eran privilegio de élites, guardando para sí información trascendente para
la humanidad entera, ya la capacidad del lenguaje, cimiento de toda cultura, le
había dado a aquellos que no sabían descifrar letras en una superficie, la
posibilidad de descifrar esos otros símbolos que están fuera de los libros, de
más amplia gama de naturalezas, ya que a estos no sólo los vemos, como sucede
con las letras, sino los respiramos, saboreamos, oímos, palpamos a diario, y
eso sólo porque estamos vivos. Descifrar
lo que nos sucede a cada momento es de vitalísima importancia porque de esta
manera podemos empezar a crear pautas para solucionar
aquello que nos ha causado algún inconveniente, desde que vivíamos en la
prehistoria. Desde hace milenios curanderos y médicos saben cómo leer los síntomas de algún malestar
corporal, para descifrar qué tipo de dolencia es y así sugerir una substancia o
consideración para acabar con la sensación incómoda; también sabemos deducir si
alguna serpiente es venenosa o no por la forma de su cabeza; y pensando en algo
más cotidiano, un niño de unos dos años que al acercarse a la estufa oye su nombre, este sin voltear sabrá que el tono que usó su madre lo advierte de algo grave, ya que este está en capacidad
de entender que los matices vocales tienen un significado, y los distingue: "¡Cuidado!".
Hay un mundo de símbolos y signos
en nuestro rededor, estos nos dan la oportunidad de avanzar por la vida de la
mejor manera, ya que todo cuanto contiene o toca la cultura humana es discurso:
esto es, información. No hay hacer humano que no genere nueva información; no
hay en la existencia humana accidente, previsión, planificación, impulso, que
esté vacío de información. El vivir alertas nos predispone a leer la realidad. Y
es que no se decide si se lee o no mientras se vive; el vivir, en el plano
cognitivo humano, es el devenir de múltiples lecturas que nos permiten conocer y
aprender. Luís Bernal Pinilla define, en Degustando
la Lectura, a este acto como “la acción de descifrar símbolos de un
mensaje; comprender sus significados; relacionarlos con significados conocidos”. En este concepto cabe el del acto de
escuchar, por ejemplo, cualquier tipo de discurso oral: notamos que lo emitido
y lo recibido son símbolos, en forma de signos sonoros; entonces entendemos el escuchar, como
al leer letras, como el acto de
reconocer y relacionar símbolos –auditivos, visuales... - que crean una imagen interpretable desde nuestra capacidad
de comprensión.
Las lenguas y los distintos lenguajes, son cada uno
conjunto de símbolos que hemos establecido, en un histórico-cultural acuerdo,
para comunicarnos; poseen estos una especie de capacidad que transforma la
realidad perceptible en fenómenos interpretables. Todo se puede describir o
emular a través de símbolos, signos. Por eso, la importancia en el dominio de
estos, que son con los que comunicamos lo que percibimos; mientras más cantidad
de símbolos se domine, más posibilidades comunicativas se obtendrán. El que
comunica en forma acertada es el que sabe usar las palabras o símbolos acertados,
primero conociéndolos; un pintor que quiere crear una obra magnífica, recurre a
las técnicas, colores y formas que la experiencia le ha mostrado y conociendo
de sus posibilidades y cualidades estéticas, usa lo que considera logrará expresar
lo que quiere: las formas, los colores y su relación es lo que se lee en un
cuadro, es lo que posee la carga de información.
El enriquecimiento de nuestro lenguaje es posible procurando
una formación intelectual con conciencia de que existe una necesidad de alentar la afinidad
por la lectura de los libros, considerándolos como indispensables para la formación personal,
por ser estos los más importantes contenedores de las letras y toda su implícita
experiencia: los libros están llenos de estos milagrosos signos comunes, los
más importantes en nuestras culturas actuales. Con las palabras creamos
universos y mundos nuevos y distintos, con ellas mismas creamos nuestros pensamientos,
nuestros anhelos e incluso la realidad misma. Estos símbolos, al tener su
versión gráfica, son los que permiten que ideas y testimonios no perezcan en el
olvido. Y, ¿por qué es que leemos, por qué es tan importante para la especie? La
lectura nos nutre con la experiencia ofrecida en letras, que muchos otros pudieron
plasmar para usos en la posteridad; esto, no es de subestimar, nos ha ayudado a
sobrevivir, y sobre todo, a crecer en distintas dimensiones.
***
Hay diversos modos de leer, de descifrar más que libros y
conversaciones, distinguiendo la voz del
mundo en el discurso de las cosas; todo esto te hace reaccionar porque te
hace saber, y el que sabe nunca es un
indiferente: cuando amanece y ves la certeza de la luz del sol, comienzas a
leer el día, recibiendo la inminencia del deber de levantarte para ser
productivo; cuando un político habla de independencia y progreso mientras hay
muchos comiendo más que sobras, lees las contradicciones. Leer es más que
descifrar letras que forman palabras, leer también es discernir el mundo,
entenderlo, explicártelo a ti mismo, es pensar
todo aquello vivido; leer es negar la muerte con la misma actitud con que
se asume la vida. Por eso la lectura como acto que parece innato en el humano:
interpretamos la realidad para sobrevivir en ella, para conservar la especie –y su memoria.
Al ver una película, la leemos, comprendemos o no su trama -porque no toda lectura se podrá entender inmediatamente-,
distinguimos el accionar y reaccionar de los personajes en sus circunstancias y
consecuencias, llegando muchas veces, como espectadores, a anticipar el
desenlace o deducir un aprendizaje, una experiencia estética. Comprendemos que aquí,
en este arte de los escenarios y las secuencias, está una mínima y poderosa
prueba de que no sólo los libros son los leídos. Y hay que hacernos lectores,
en un amplio sentido de la palabra: ser un lector no es sólo tragar libros porque
sí, sino también, hacerse espectador crítico de todo cuanto conocemos.
***
Aunque en esta
época que exige cambios urgentes y necesarios, el poder que nos otorgaría una
comprensión radical y de progreso sobre nuestra situación como especie y nuestro
porvenir en el cosmos, está sumido en ideas de prosperidad de oropel, por eso se debe
impulsar una reacción cultural que direccione el pensamiento humano a la
lectura, como también al de la lectura de las cosas, de lo que nos rodea, para
lograr una humanidad volcada al discernimiento con actitud crítica. La semilla
para lograr una capacidad interpretativa de la realidad que sea efectiva, está
en los libros, siendo estos compilación de experiencia humana, donde permanece,
entre líneas, un gran ejemplo del potencial creativo de nuestra mente. También los
libros son una muestra de que le dimos solución a uno de los grandes problemas
inherentes del ser individuos de la finitud: nuestros testimonios de vida
pueden vencer al abismo del tiempo.
***
¿Cómo vemos a nuestra familia, nuestros vecinos,
compañeros de estudio o de trabajo? ¿Qué estamos viendo en la televisión, qué
comemos, y qué nos dice esto de nuestra salud mental y física? Hay que ser astuto
y dudar, “el ignorante afirma, el
sabio duda y reflexiona” decía un viejo pensador en una época distante y
distinta de la nuestra. No hay que conformarse con saber de la
superficie del agua sin la experiencia de mojar tu piel en ella. Hay que leer
porque no estamos vivos sólo para usar el oxígeno de la atmósfera, sino para embargarnos
de todo aquello que nos ofrece el poder sentir con un cuerpo y el conocer con
una mente.
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