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Los ateos no andamos pensando en los dioses

Algo importante en el ámbito intelectual es entender cómo piensa el otro y por qué piensa lo que piensa, sin necesidad de adherirse a ese pensamiento, todo dentro de un contexto personal ético, que entre otras fuentes, tiene a unas muy importantes en el método y el pensamiento científico. 

Hemos logrado conocer cosas indiscutibles, el agua siempre ha sido H2O, y por siempre será H2O, por ejemplo, y otra, que la moral cambia con cada generación. 

La religión y los dioses cumplieron un rol epistémico precientífico para la humanidad hasta cierto momento, eso porque el mayor descubrimiento, de orden cognitivo, de la Ilustración y el razonamiento científico, hace menos de cinco siglos, ha sido entender la magnitud de lo que ignoramos: descubrimos que desde hace muy poco podemos sentir algunas certezas respecto del universo que nos alberga. Y dioses, pero particularmente la religión (los ateos pensamos menos en dioses de lo que los creyentes, pues, creen), ya no son fuentes confiables de conocimiento, ni de orden moral ni natural y menos intelectual. 

Cuando uno comprende todo lo que implica la ciencia, y lo contraria que es a la ideología, incluida la religiosa, es que se puede dar cuenta de la enorme correlación que existe entre la moralidad religiosa (dios no nos importa porque no existe, los que existen son aquellos charlatanes que dicen que hablan en nombre de algún dios) y pobreza, corrupción, criminalidad, perversión (perversión real, esa que daña a terceros).

Cuando un creyente nos acusa de hablar mucho sobre los dioses, como si ello fuese una especie de confirmación de sus creencias, es ahí que se puede estar seguro de que estos creyentes no tienen ninguna idea de cómo pensamos los ateos. 

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