"Si en el momento que antecede a la presentación de una gran tragedia, cuando estamos en el umbral de Macbeth o Edipo o de cualquier otra, se cierne sobre nosotros el aura estremecedora de la belleza eterna, ¿en qué momento más que en este o a la par de este puede suceder algo semejante? En un momento así, el ser humano anhela y teme a un tiempo ser arrojado de sí mismo, siente que lo va a empujar lo ilimitado, porque este le aprieta el pecho que él quiere expandir para aspirar el ánimo del espíritu. A ello se añade la reverencia por el arte acabado; la idea de gozar de un prodigio divino, de poder, de saber impregnarse de él como de algo afín, entraña una emoción, una satisfacción consigo mismo incluso, tal vez la más feliz y pura que sea dable alcanzar" (1998, p. 51)*.
Eduard Mörike (Ludwigsburg, 8 de septiembre de 1804 - Stuttgart, 4 de junio de 1875)
*Mörike, Eduard. (1998). Mozart en su viaje a Praga. Venezuela: Monte Ávila Editores.
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