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Un trato justo hacia el hombre

Si existe la tendencia de que el hombre sea el que termina "perdiendo" económicamente en los casos de separación o divorcio con hijos, es porque la otra tendencia ha sido que el hombre es quien deja a la familia, no sólo físicamente, sino emocional y claro, económicamente.

Cuando se dice que en estos casos no hay un trato justo hacia el hombre, como efectivamente he leído en redes sociales, en el sentido de que es él quien termina aportando dinero a la ex pareja, se está dejando por fuera algo muy importante, entre líneas: la tendencia de que es la mujer quien se queda con el o los hijos. Es tan así, que, como me dijo alguien, en España hay hombres que prefieren cambiar su género legalmente a pedir la custodia de los hijos al momento de la separación. Esto anterior lo sé de segunda mano, pero no me parece tan descabellado. 

Las leyes tienen defectos, muchísimos, aun queda camino por recorrer en ese tema. La ley, como toda estructura epistémica, progresa, se corrige, porque no es perfecta, pero porque progresa es que propicia el avance de las sociedades a formas más justas y efectivas —las ciencias, como la ley, son ejemplos de ello: la socialización de la salud en no pocos países, la disminución mundial de la pobreza extrema, la esperanza  de vida cada vez mayor... Son cosas que aún falta por mejorar, pero también son avances que eran impensables hace apenas cien años. 

Así que no hay que devanarse los sesos ni rasgarse las vestiduras exigiendo igualdad para el hombre en casos de separación y divorcios, porque el trato preferencial siempre lo hemos tenido los hombres. Ojalá pudiéramos ver los tiempos de verdadera igualdad; que existan casos en que los hombres tenemos las de perder, es porque la percepción general sobre el rol del hombre como padre, específicamente, siempre ha sido bastante criticable.

La igualdad no existe, y hacia allá es que vamos. Todo cambio es traumático, por eso tanto temor al feminismo, al matrimonio igualitario, a criticar con justa razón al catolicismo..., en fin, temor a aceptar que el respeto y la responsabilidad son la más alta expresión de la libertad humana. 

Esto es algo que cuesta mucho aceptar, pero las sociedades están cambiando, y eso es para siempre. Vivir sin retractarse ante el error, sin aceptar que la cultura que nos rodea es misógina, cuando ya es justo y necesario admitir que hay muchas cosas que están mal, es un modo del neofascismo (que ya no es característica sólo de la derecha, sino de buena parte de la izquierda hegemónica).

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