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Un repaso del "Fascismo Eterno", de Umberto Eco

Introducción

Nada alienta la euforia de las masas sedientas de prosperidad y justicia, como un discurso de un líder con aires de ente supremo, mesiánico, y si le agregamos que este es elocuente, una fórmula desafortunada está completa; porque un líder, se considere él mismo supremo o no, mesías o no, debe ser un personaje de retórica excepcional, cautivamente, ¿o no? Esto es lo que le sorprendió a Umberto Eco cuando, aun siendo niño y acostumbrado a la verborrea grandilocuente de Mussolini, el jefe de los partisanos italianos de su zona, en abril de 1945, se dirigió a la muchedumbre jubilosa por la derrota de fascistas y nazistas: un hombre con una sola pierna pide un poco de silencio, y aunque apenas se le pudo oír, pronunció unas escasas —mas no insignificantes— palabras, concluyendo humildemente su discurso de la siguiente manera: “Gloria a los caídos por la libertad”.

Lamentablemente a las masas históricamente vejadas se les puede convencer más rápido con retórica que con hechos —esos que tan fácil resulta ocultar o desprestigiar: un hombre en muletas, triunfante ante la muerte y la injusticia, pragmático en la palabra, probablemente convenza menos que otro ataviado con pulcro uniforme, espalda recta y pomposo discurso. La historia la edifican evidentes titanes, no personajes mutilados por participar activamente en la lucha, ¿o no?
 
Los pueblos de la Europa occidental de principios del siglo XX, y los pueblos latinoamericanos, desde que son latinoamericanos, pueden compararse con una quinceañera de una pobre aldea patriarcal, embargada en la romántica ilusión de que un hombre fuerte, atractivo, carismático y emprendedor la tomará en brazos para llevarla hasta esa vida sublime que una psicótica tradición machista coloca en el futuro... en quién sabe qué momento de qué futuro. 

¿Por qué fascismo y no falangismo o nazismo?

El fascismo fue, sin lugar a dudas, una dictadura, pero no era cabalmente totalitario,
no tanto por su tibieza, como por la debilidad filosófica de su ideología
Fascismo eterno, U. Eco. p. 40

Benito Mussolini fue un personaje paradójicamente arquetípico en la política europea de la primera mitad del siglo XX; su notable protagonismo en la política italiana poco después de concluida la primera guerra mundial, lo ponen a la cabeza de un movimiento de derechas europeo que tuvo su rostro más visible en Adolf Hitler. A diferencia del líder alemán y su Mein Kampf, Mussolini, según Umberto Eco, “no tenía ninguna filosofía: tenía sólo una retórica” (2012, p. 40). Lo que llama enormemente la atención del fascismo, sobre todo para las filas liberales, es que representaba “una alternativa moderadamente revolucionaria a la amenaza comunista” (p. 41); el ser el hermano mayor de las nacientes dictaduras europeas de derecha también tiene mucho peso. 

Pero el hecho de que el nombre fascismo se haya convertido en “una denominación pars pro toto para movimientos totalitarios diferentes” (p. 42) no significa que este fuese una quintaesencia ideológica, ya que, en palabras de Eco, era más bien un “totalitarismo fuzzy”, de contornos difuminados; era una suerte de “collage de diferentes ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones” (Ibíd.). Mussolini arropó el anticlericalismo cuando le convino, y ensalzó a la iglesia cuando le convino; entonces, a diferencia del catolicismo exacerbado del falangismo de Francisco Franco y el inexcusable paganismo del nazismo de Hitler, no había una voluntad de coherencia en el fascismo de Mussolini, por lo que Eco toma de Wittgenstein la noción de juego para describirlo; dice el autor de Apocalípticos e integrados

Un juego puede ser competitivo o no, puede interesar a una o más personas, puede requerir alguna habilidad particular o ninguna, puede poner dinero en el platillo o no. Los juegos son una serie de actividades diferentes que muestran sólo un cierto “parecido de familia” (p. 46). 

Franco, Hitler y Mussolini, los tres hoy día los identificamos genéricamente como fascistas, pero cada uno poseía, como se ha señalado, particularidades que los hacían diferenciarse entre sí sin inconvenientes. Pero por el mismo carácter heterogéneo, o más bien contradictorio, del movimiento italiano, es que se estableció el nombre fascismo como un pars pro toto. La extensión de la siguiente cita se justifica por lo esclarecedora que es al respecto: 

El término “fascismo” se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista. Quítenle al fascismo el imperialismo y obtendrán a Franco o Salazar; quítenle el colonialismo y obtendrán el fascismo balcánico. Añádanle al fascismo italiano un anticapitalismo radical […] y obtendrán a Ezra Pound. Añádanle el culto de la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente ajeno al fascismo oficial) y obtendrán […] [a] Julius Evola (p. 47)

Entonces, la parte por el todo, el fascismo por todo lo demás, porque en el afán de poder, en su falta de voluntad de coherencia, en su desbocado odio por lo distinto, emana y recibe todo aquello que niega las injusticias que promueve el poder establecido, y sobre todo anula a la disidencia. Pero Eco, en su pragmatismo pedagógico, se dispuso a enumerar catorce características primordiales de lo que él denominó Ur-Fascismo o Fascismo eterno.

Las catorce características o arquetipos del Ur-Fascismo según Umberto Eco

1) “Culto de la tradición” (p. 47): pero, ¿cuál tradición, la del racionalismo griego clásico? Sin duda, no, pero sí una que se remonta a también tiempos muy lejanos: las diferentes religiones de la cuenca del Mediterráneo soñaban “con una revelación recibida en el alba de la historia humana” (p. 48). Y esta revelación no podía ser sino sincrética, debido a lo impreciso que resulta el rescatar ideas-verdades de tan vieja data. Y un sincretismo de este tipo no podía sino desembocar en una interacción de contradicciones que se toleran porque se supone que estas eran verdades que “aluden, alegóricamente, a alguna verdad primitiva” (Ibíd.). Y recordemos lo reconfortante que es pensar, convencerse de que, como dice el refrán “todo tiempo pasado fue mejor”; entonces ¿por qué no traerlo de vuelta? Pero, ¿es esto cierto, factible? Un repaso por El problema de la conciencia histórica de H. G. Gadamer (1993) nos dará luz al respecto*. Un culto de la tradición, sin su respectiva interpretación, en palabras de Gadamer, puede degenerar en un conjunto de creencias que pueden traer la siguiente consecuencia: el estancamiento en el avance del saber (2012, p. 48). No podemos cuestionar a este líder si apela al rescate de una tradición que nos puede hacer mejores, es lo que se afirmaría sin la intervención de una responsable y consciente interpretación de la historia; y junto a esto, agregando un desmesurado sincretismo que no repara en contradicciones, podemos encontrarnos con un síntoma, o característica, del Ur-Facismo.

2) “El tradicionalismo implica el rechazo del modernismo” (p. 49). Aunque en las filas nazis y fascistas echaron mano de la vanguardia tecnológica bélica, lo moderno, en contraposición con la tradición, tiende al racionalismo, y este invita a la reflexión, a la coherencia… Es por esto que Eco dice que el “Ur-Fascismo puede definirse como ‘irracionalismo’” (p. 50). 

3) “El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción” (Ibíd.). Esto es: ¿para qué la reflexión, si “la acción es bella de por sí, y, por lo tanto, debe actuarse antes de y sin reflexión alguna”? (Ibíd.). Esto es una frontal crítica de la crítica, lo que la estigmatiza: sólo los traidores y los débiles son críticos, por lo tanto los que ejercen la crítica sobran, y quien critica es mesurado, y la mesura es contraria al culto de la acción por la acción.

4) “Ninguna forma de sincretismo puede aceptar el pensamiento crítico” (Ibíd.): la crítica es el camino que nos puede llevar al replanteamiento racional de nuestros saberes y creencias, y esto es signo inequívoco de modernidad; la ciencia por definición es moderna, crítica y admite el desacuerdo, ya que esto se traduce en progreso. Pero “Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición” (Ibíd).

5) “El Ur-Fascismo crece y busca el consenso explotando y exacerbando el natural miedo a la diferencia” (p. 50-51). Por eso, el racismo, la amenaza de intrusos, de los otros, es signo de este.

6) “El Ur-Fascismo surge de la frustración individual y social” (p. 51). Una nación sumida en la injusticia económica, social y política, es terreno fértil para el Ur-Fascismo.

7) “A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país” (Ibíd.). El Ur-Fascismo siempre será nacionalista, xenófobo y está obsesionado con el complot contra la patria, sobre todo de origen internacional —aunque no se descarta el de origen interno.

8) “Los secuaces deben sentirse humillados por la riqueza ostentada y por la fuerza de los enemigos” (p. 52). Aunque se les dice que “los enemigos son simultáneamente demasiado fuertes y demasiado débiles” (Ibíd.), a la vez se fomenta la falsa creencia de que pueden derrotar al enemigo: falsa creencia porque Eco asegura que “Los fascismos están condenados a perder sus guerras” (Ibíd.) porque son incapaces de valorar objetivamente “la fuerza del enemigo” (Ibíd.) y por lo tanto, sus propias debilidades.

9) “Para el Ur-Fascismo no hay lucha por la vida, sino más bien ‘vida para la lucha’” (Ibíd.). De aquí la necesidad de vivir en una guerra permanente. Esta guerra, obviamente alcanzará su momento cumbre en una batalla final y definitoria, donde todo lo anhelado se alcanzará; mas esto implicaría el fin del precepto “vida para la lucha”, lo cual es una contradicción que “Ningún líder fascista ha conseguido resolver jamás” (p. 53).

10) “El elitismo es un aspecto típico de toda ideología reaccionaria, en cuanto fundamentalmente aristocrático” (p. 53). Y aunque el Ur-Fascismo podría manifestarse en una país donde no exista ni haya existido ningún componente social de ascendencia aristócrata, “no puede evitar predicar un ‘elitismo popular’” (Ibíd.), y este, como todos los elitismos de la historia, implica siempre un “desprecio por los débiles” (Ibíd.). Por eso todo Ur-Fascismo es jerárquico, lo que infunde un desprecio siempre por el que está por debajo: “Puesto que el grupo está organizado jerárquicamente (según un modelo militar), todo líder subordinado desprecia a sus subalternos, y cada uno de ellos desprecia a sus inferiores. Todo ello refuerza el sentido de un elitismo de masas” (Ibíd.).

11) En el Ur-Fascismo todos son susceptibles de convertirse en héroes. Y “este culto al heroísmo está vinculado estrechamente con el culto a la muerte” (Ibíd.). La muerte, su ansia, es la mejor manera de demostrar que se ha vivido heróicamente. Aunque el que la ansía, “más a menudo consigue hacer que mueran los demás” (Ibíd.). "Viva la muerte", vociferaban los muy católicos falangistas. 

12) El Ur-Fascismo es eminentemente machista, porque a través de la sexualidad –o su conjuración desde una perspectiva “dominante”— se subliman complejos de esta naturaleza, y se juegan con aparente éxito, todos esos “juegos difíciles de jugar” (p. 54), como lo son la guerra permanente, el heroísmo… Por esto, también, la disidencia sexual o de género no están bien vistas en el Ur-Fascismo: la homosexualidad, la libertad social, política e intelectual de las mujeres… Estos anteriores son rasgos inequívocos de libertad real, lo cual no puede ser tolerado.

13) “El Ur-Fascismo se basa en un “populismo cualitativo” (Ibíd.). Esto es, la voluntad común, que no puede manifestarse en “ninguna cantidad de seres humanos” (p. 55), debe ser encarnada en “el líder [que] pretende ser su intérprete” (Ibíd.). Así, los ciudadanos pierden la facultad de participación en la cosa pública, la cual es transferida, o al líder, o sólo a un grupo selecto —¿el partido?— que pasa a ser el pars pro toto de la voz del pueblo —y obviamente, a los que se les deja la oportunidad de ejercer la “libre” expresión.

14) “El Ur-Fascismo habla en neolengua” (Ibíd.). El término neolengua proviene de la novela 1984 de George Orwell (lo que confirma que el Ur-Fascismo no es una manifestación exclusiva de derechas, por ser esta novela una clara crítica al sistema estalinista-soviético, aun cuando es bien sabido que Orwell participó en un grupo republicano de tendencia marxista en la guerra civil española; el ser de izquierda no le impidió a Orwell ser crítico con el estalinismo, porque de lo contrario hubiese caído en el dogmatismo, traicionando los ideales que él mismo defendía). La neolengua, en el ficcional sistema político llamado Ingsoc de la novela orwelliana, y en el Ur-Fascismo de la realidad, cumple una función: “limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico” (p. 56), haciendo que “un léxico pobre y una sintaxis elemental” (Ibíd.) sean la norma lingüística social por excelencia. Quien posee un repertorio lingüístico limitado, tiene limitadas sus posibilidades de razonar profundamente la realidad que le circunda. 
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He aquí los “posibles arquetipos del Ur-Fascismo” (Ibíd.) según Umberto Eco. He aquí, una especie de manual crítico para identificar a este fenómeno político e histórico que tanto daño sigue haciendo a la humanidad. Este escrito moral del lúcido italiano, es un legado contra los grandes vicios que deben ser superados por la humanidad entera, y que hacen que anacronismos y cretinismos se impongan como norma y tradición, sustituyendo al nunca suficiente pero vilipendiado pensamiento libre. 

En fín: he aquí un manual que aporta un pequeño bloque al edificio del progreso de la humanidad.

Conclusión, o un epílogo en primera persona

Siento, tras la revisión del escrito moral de Eco, que he estado describiendo la forma y el contenido del gobierno que está en el poder en Venezuela desde febrero de 1999 a la actualidad, porque lo viví en todo su esplendor, ya que por mis intereses políticos y mi oficio de poeta y músico, estuve muy metido en el movimiento cultural que el Estado venezolano auspiciaba —mas no sin condiciones, de las que no fui del todo consciente en el momento; se me podrá debatir lo anterior alegando que el fascismo es una manifestación de derechas (ya que Chávez y Maduro se han dicho de izquierda), mas ¿acaso no es lo suficientemente claro que el fascismo después del primer fascismo, o Ur-Fascismo para ser más exactos, es irremediablemente sincrético, irracional, contradictorio, reaccionario? ¿No podemos, como latinoamericanos, cada uno en nuestro país, sentir que se retrata a nuestra aristocracia política? ¿Acaso sería un error de mi parte denominar fascistas a Fidel Castro y a sus secuaces? 



*H.G. Gadamer en el texto mencionado, habla de “conciencia histórica” y de “sentido histórico”, y resalta que este último consiste en “vencer de una manera consecuente esta ingenuidad natural que nos haría juzgar el pasado según los parámetros considerados evidentes en nuestra vida cotidiana […] La conciencia histórica no oye más bellamente la voz que viene del pasado, sino que, reflexionando sobre ella, la reemplaza en el contexto donde ha enraizado, para ver en ella el significado y el valor relativo que le conviene. Este comportamiento reflexivo cara a cara de la tradición se llama interpretación” (1993, p. 43).


Bibliografía

-Eco, Umberto. (2012). Cinco escritos morales. Argentina. Sudamericana.

-Gadamer, Hans-Georg. (1993). El problema de la conciencia histórica. España. Tecnos.

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