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Covid-19: una triste lección sobre prevención, responsabilidad y respeto


                                  A los vecinos

Sin duda, el repunte en los contagios se percibe. Cada día más conocidos, vecinos y familiares se han contagiado, y ya conocemos a varias personas que lamentablemente han fallecido; por fortuna, muchos se han recuperado, no sin dificultades, sustos y hasta bolsillos resentidos. Pero, reitero que sin duda, la arremetida del covid-19 se siente cercana. A estas alturas dudo que nadie no sepa de alguien, no necesariamente cercano, que haya contraído este virus.

Pero debo poner un sonoro "pero" en este momento. Esta pandemia ha sacado lo peor de la humanidad: el respeto por el prójimo es una cosa de sólo palabras, aún en este occidente tan cristiano. 

En un testimonio sumamente cercano a mi persona, familias enteras se habían contagiado, y en vez de advertir a sus muy cercanos vecinos que extremaran precauciones, tocaban puerta por puerta pidiendo colaboración para "sanitizar" (horrible palabra inexistente en nuestro idioma) las zonas aledañas a esa zona residencial, en vez de resguardarse y hacer cuarentena para cuidar a los demás, y recuperarse; "Se sanitizará con discreción", como si contraer este coronavirus fuese un estigma, una vergüenza, lo que nos dice lo siguiente: no estamos viendo este problema que atraviesa la humanidad entera de frente, no lo queremos atacar de frente, con responsabilidad por mi, por los míos, con respeto por los demás, para que esto pase lo más pronto posible. Como leí en Achille Mbembe, se ha democratizado la posibilidad de matar al otro. Parece que no se sabe a ciencia cierta a qué nos estamos enfrentando hasta que hospitalizan a uno de los tuyos; a ocho meses de empezar la pandemia, y con el virus ya en su casa, se les oyó decir: "acá dice que estos son los síntomas". 

"En todo este tiempo no me he cuidado y no me he contagiado", esta es una joya que se ha pronunciado cerca de mi, sin saber que entre líneas esta frase guarda otra: "en cualquier momento me contagiaré, es cuestión de tiempo"; y no sólo se contagiará a sí, sino a los suyos, entre los que puede haber niños con sobrepeso, personas de sesenta, setenta, ochenta, noventa años, bebés, y hasta personas jóvenes, seguro muy queridas, que puede que sean bebedoras, fumadoras, y poco dadas a la buena alimentación.

"De algo hay que morirse", es otra frase que se dice con cierto tono gracioso, y que hace pensar que quien la pronuncia no sabe que existen muertes prematuras, muertes que pueden ser prevenidas. En una sociedad acostumbrada a la represión, no puede ser concebida la idea de la prevención. Y eso se entiende, porque en la moral cristiana, o la moral de la persona promedio que se dice cristiana, prevalece la idea del arrepentimiento antes de morir y no la del cultivo de la virtud.

"Hay que comprar un tanque de oxígeno, por si acaso", en vez de prevenir. Y acá nuevamente este verbo, prevenir, tan difícil de llevar a cabo. ¿Por qué será, por ignorancia, por pereza, por incapacidad a adaptarse a nuevas circunstancias? 

"A los niños no les da", quizá no tan fuerte, pero se sabe de algunos que han fallecido, y si son asintomáticos, son un excelente puente para la superpropagación, y por irresponsabilidad de los adultos que no les ponen cubrebocas, o los llevan al supermercado, por ejemplo, porque "a los niños no les da", terminan los más pequeños, sin saberlo, convirtiéndose en fuentes de enfermedad y muerte. Y he visto a padres no sólo con sus hijos en el supermercado u otras áreas concurridas —pienso que puede ser que algunos no tienen con quien dejarles—, sino con los abuelos, el o los hermanitos... Ya no es sólo responsabilidad de esa familia la aglomeración innecesaria, sino de los responsables de estos recintos. ¿Será que no les restringen el paso por miedo a perder ventas? "Vendamos, pongamos en riesgo a nuestros trabajadores, a nuestros clientes, pero vendamos". 

"¿Cómo un simple cubrebocas nos va cuidar de contraer un virus tan contagioso?". El punto no es que este "bozal", como algunos ultra rebeldes le dicen, nos va a proteger de los bichos de fuera, sino que este es una barrera para que quien tenga el virus lo sepa o no, lo esté propagando sin que se le oponga alguna resistencia. Un tosido, un estornudo y las gotículas de saliva que así se expulsan, se contienen mejor, y en mayor porcentaje, con un cubrebocas que sin él; acá nuevamente la idea de prevención, responsabilidad y respeto. 

Pero todo esto también es sinónimo de otro asunto sumamente grave, y de carácter sitémico: las personas no sienten confianza por sus gobiernos, por sus políticos, tampoco creen en los expertos, primero porque el ciudadano promedio no lee publicaciones científicas, no promueve en sí un comprometido sentido de la crítica, no verifica fuentes o se queda sólo con una; segundo, el experto, no es exagerado decir que algunos están desconectados de la realidad real, y tercero, porque no pocos de ellos, en no pocas ocasiones, se han prestado para asegurar, por nombrar algunos casos, la inocuidad del plomo en la gasolina, la falsedad del cambio climático, o la relación del autismo con las vacunas. 

Los gobiernos nos quieren controlar, claro que si, pero no les servimos muertos o enfermos, o con secuelas de alguna enfermedad; si los gobiernos están tomando medidas que los expertos recomiendan, es porque no hicieron lo necesario en el tiempo correcto, y no supieron reparar el agujero en la caja de Pandora, ni se tomaron la molestia de cerrar la puerta de la habitación en que esta estaba, todo con tal de no admitir que no supieron cuidar a la famosa y terrible cajita, asunto que se supone es su responsabilidad. Y las personas, nosotros, la humanidad entera, pequeños, arrogantes e inconscientes amos del planeta Tierra, no estamos en las condiciones morales, éticas ni cognitivas de adaptarnos a esta nueva normalidad, para que aquella que nos es más cómoda, no necesariamente mejor, no demore en volver. Pero no, ¿cómo me voy a mostrar vulnerable, cómo me van a obligar a usar bozal, cómo voy a aceptar que yo y los mios nos contagiamos, cómo voy a ser de esos pedantes que llevan alcohol o geles antibacteriales a todos lados, como voy a ser tan cursi y mostrar mi sentido de la solidaridad, si somos islas, si nadie necesita de nadie? 

No es necesario detener la economía, reprimir a la población, imponer crueles aislamientos que afectan a los más necesitados, sino un alto sentido de solidaridad, de unidad, de empatía, pero ya esto parece territorio de lo utópico; ha sido más fácil hacer del mundo un lugar distópico. 

La lección sobre la prevención, la responsabilidad y el respeto que nos está dejando esta terrible pandemia se desprende de su contraparte; como nos repetía en los salones de la ULA-NURR el poeta y maestro Juan José Barreto, tengamos en cuenta que el símbolo dice lo que es y lo que no es: estos tres valores parecen ser inexistentes, por eso, sálvese quien pueda, que esto va para largo. 


Comentarios

  1. Triste realidad de lo que estamos viviendo. También decían "esto nos va a dejar una lección y vamos a ser mejores personas" el que es, es! Honestamente no veo cambio de actitud en la mayoría. Pueden mas las costumbres y el no querer renunciar a su zona de confort, mirar un poco al rededor, pero con ojos abiertos, porque no se quieren poner el "bozal" en la boca, pero tampoco se quitan la venda de los ojos!!!

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