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Mentalidad medieval del siglo XXI

Tenía mucho tiempo sin escribir en Espesas Ráfagas y no tengo ninguna razón para ello, ninguna justificación. Muchas cosas en mi vida han cambiado pero otras, fuera de mi, siguen, aunque alteradas y no sé si para bien, pero siguen. Nicolás Maduro sigue en el poder, al contrario de lo que todo pronóstico indicaba; muchos siguen defendiendo al fascismo de izquierda por miedo a ser catalogados de traidores, reaccionarios (no existen personas críticas, sólo gente de derecha encubierta), o sencillamente para no arruinar sus fantasías de que existe un mundo mejor en proceso y tener que rectificarel fascismo de derecha gana más adeptos aunque Trump y Bolsonaro cada día parecen más imbéciles. Llevo más de dos meses de confinamiento gracias a esta pandemia que nos arrastró a un pánico casi colectivo y gubernamental, que se tradujo en una cuarentena más que burlada, y que, como hace poco leí, resulta en algo más bien medieval: antes nos aislábamos porque no sabíamos qué nos enfermaba y mataba, hoy sí, pero hay un factor, fuera del conocimiento, que nos arrastra a este confinamiento medieval: el otro no nos importa, el otro no merece respeto ¿cómo voy a demostrar miedo por algo que no veo, como un virus? Decir no creo en el coronavirus es declarar que soy parte de la democratizacion de la muerte que se podría prevenir. Y he aquí un elemento medieval, hoy: es más cómodo el rudimentario creer, que procurar un comprometido saber y un racional conocer. Las personas dicen creer en un dios, en sus promesas y advertencias mas ¿acaso no es evidente que el creer no ha sido suficiente para que se efectúe una verdadera corrección moral y ética, aún cuando creen que corre peligro su estancia placentera en la larga eternidad? El creer no suele pasar de la débil palabra pronunciada sin más. Pero este virus altamente contagioso no admite un creer porque en este particular hay evidencias de su existencia y letalidad: esto es terreno del saber y del conocer. El uso de mascarilla en espacios cerrados y el respeto por un distanciamiento físico mínimo serian suficientes para no implementar la medieval cuarentena y así no trastocar la economía y el día a día de los que viven al día, como es el caso del casi 70% de los latinoamericanos, pero el problema no son las medidas anacrónicas y social y emocionalmente costosas, el verdadero problema es la mente medieval, supersticiosa, ignorante de la fragilidad propia e insoslayable objetivamente, que invade a pleno siglo XXI. Se necesitarían los cadáveres acumulados en las calles para que el creer se convirtiera en conocer, porque si ni la amada biblia se lee, ¿se leerán las más respetables publicaciones científicas? Aunque pensándolo bien, probablemente ni con las calles atestadas de cadáveres - porque resulta que los muertos los ponen los médicos, no el virus.
El regreso a una nueva normalidad aún no sé qué significa. La anterior normalidad, llena de injusticias, de desigualdad, de corrupción, de familias que se ganan hoy lo que comerán hoy, después de todo lo que ha salido a relucir con la pandemia, nos da indicios de cómo será: permanecerá lo que no ha variado, y es probable que sea peor. 
De ahora en adelante nos toca ser más celosos de con quiénes nos relacionamos, y respecto al respeto por los demás, los que creemos en él, a extremarlo, y practicar la discreción a más no poder, porque sin duda en este contexto de mentalidad medieval, en la anterior y sobre todo en la nueva normalidad, el respeto nunca ha generado más respeto. 
Quisiera tener el optimismo que he leído últimamente en Žižek. 

Comentarios

  1. Todo esto es nuevo para nosotros. Una sorpresa en la madrugada con indigestión de alcohol, más drogas, más carnes, más una mala película en blanco y negro y colores y demasiado brillo. Y sí, eso nos crea una "Mentalidad medieval de siglo 21".

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