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La pantaleta intelectual

                                  
      

          La pantaleta intelectual


I

Sólo una pantaleta quedaba. El estante se veía  vacío o casi vacío. Las vendedoras daban bostezos en coro de ese lado de la tienda. Todo lo nuevo desaparecía. Al otro lado pantalones, camisas, blusas… se vendían rápidamente. Era tal el entusiasmo de las personas por comprar,  que mujeres y hombres se peleaban entre ellos para adquirir la mercancía nueva. Parecían poseídos por una fuerza superior. Los estantes vacíos o casi vacíos del lado de las  camisas y pantalones se iban limpiando… En los estantes de ropa interior quedaban pocos trajes de baño de una pieza, unos sostenes, ligueros negros y rojos, unas pantaletas de moda, y unas que tenían varios veranos e inviernos en el mismo lugar, estantes a los que nadie siquiera se acercaba a observar estas prendas por temor de maltratar la visión. Tal vez, en algún momento llegaron a estar de moda, en otro siglo quizá si estaban de moda, pero no acá en Venezuela, seguramente en París, Inglaterra o en la parte más oculta del mundo, al sur del África... Tal vez, hay una o varias  engavetadas en casa de una mujer egipcia que por las noches fuma y ve las estrellas y pone cara de científica, como si estuviese redescubriendo una teoría sepultada en las cenizas por un pensador con intenciones bélicas hace dos mil años. No es esa una pantaleta anticuada, la que yace solitaria en el estante, es sólo una pantaleta para gente que piensa, para mujeres con aptitud, mujeres diferentes, una más diferente que la otra. Hay quienes dicen que, las que usan éste tipo de prenda son más bonitas por dentro que por fuera. Difícilmente se deben compartir sentencias similares. Estoy seguro que una mujer que use la pantaleta, estaría de acuerdo conmigo, sé que le buscaría la vuelta a todo y dispararía palabras aniquiladoras con un aliento hermoso y desafiante. Diría a cualquiera “idiota, poco hombre, marica…” con palabras bonitas y sonreiría librándose de toda sospecha y agravio. Sé de mujeres que la utilizaron: Virginia Woolf en Londres, Ana Frank en Alemania, Andrée Chedid en Francia, en los Estados unidos la Dickinson; hasta Truman Capote la utilizó. Seguro estoy que fue la pantaleta quien les dio la destreza para escribir como lo hicieron. En México Frida la utilizaba, según dicen las viperinas lenguas, que solía tender una pantaleta horrorosa en una cuerda en tiempos de luna llena; la pantaleta se abrazaba a la cuerda con dientes enormes, muy filosos, sin dejar caer sus gafas, sostenidas de las orejas puntiagudas como las de Peter Pan. Sin duda una pantaleta nunca vista, de otro mundo, con toda certeza. En los libros no existe registro de las fábricas que producían esta pieza femenina, menos del creador. Sé aseverar que dicha prenda jamás fue patentada bajo ninguna marca, se desconoce parcialmente su origen.

II

 ―Le pedimos a la colectividad en general evitar el uso de esta ropa interior. Se ha podido conocer que la mayoría de quienes en vida la utilizaron, fueron víctimas del suicidio. Por dicho motivo le llamaremos de ahora en adelante: la pantaleta intelectual— manifestó el Párroco en su misa de domingo televisada.

La población del mundo se alarmó. El gobierno estadounidense alertó de igual manera a su ejército, el Pentágono ordenó que detectaran el lugar exacto de ubicación de la pantaleta, la Nasa la quería para estudiar minuciosamente su composición. La Real Academia de la Lengua Española y de otras lenguas, también la ambicionaban. La tercera guerra mundial estaba por explotar, no era por agua, ni por el “oro negro” o estiércol del diablo como decían, era por el conocimiento que la pantaleta pudiera proporcionarles a estas instituciones.   La ciencia, la tecnología, la ingeniería, estaban en decadencia. Únicamente la literatura estaba procurando nuevas formas. El Nobel para las otras ramas estaba negado, sólo se premiaba  en los últimos tiempos a  los poetas, quienes eran los que producían conocimiento. La literatura por primera vez era el centro de todo. La comida tenía un mejor sabor, porque ahora las recetas de cocina eran elaboradas con tono poético. Los enfermos se curaban más rápido porque ahora los doctores sabían literatura y cada vez que podían leían un cuento a los enfermos o le recitaban un poema. La gente ya no se amargaba para ir a pagar el recibo de luz, de agua, teléfono… o cualquier otro, porque hasta los recibos traían pequeños cuentos, poemas… que entretenían a las personas en la cola. Ya casi nadie moría tiroteado por otro en la calle. Los periódicos del mundo, en especial los venezolanos ya no mostraban personas asesinadas ni secuestros, ni robos, sólo suicidios una vez a la cuaresma. El nivel de suicidios aumentó en el mundo paulatinamente. Entonces salió el Papa diciendo: “Esa pantaleta intelectual debe morir, ella trajo la desgracia a la tierra, seguramente esa pantaleta cayó del cielo con Lucifer y se multiplicó por mala fe, para llevarse a todos los que la usaran al mismísimo infierno”.

Nadie, absolutamente nadie miraba antes a la pobre pantaleta, y ahora, resulta  que es obra del mismísimo… Un interior filósofo que iba en la misma bolsa que la pantaleta dijo con una risa irónica:  
                                                                                             
―Primates con tecnología, con cuanta facilidad se engañan, el cerebro únicamente les da para articular palabras, no para entenderlas… con tanta ciencia, tanta tecnología y todavía no consiguen a Dios. Y para colmo: ¡figúrese usted, y que una pantaleta intelectual!         




Miguel Montilla La Peña




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